domingo, 13 de mayo de 2018

Marcos 16, 15-20



La iglesia celebra hoy la fiesta de la Ascensión de Jesús como subraya el texto evangélico que leeremos en la liturgia.
Es el final del evangelio de Marcos: en realidad es un apéndice añadido posteriormente. Marcos terminaría con el versículo 8 del capitulo 16: nada de apariciones ni ascensión. 
El autor de este añadido quiere – inspirándose a Mateo y Lucas – “completar” el relato de Marcos con las apariciones y la ascensión.
Este añadido subraya la necesidad de las primeras comunidades de fundamentar su expansión, el anuncio del evangelio y la práctica del bautismo.
No hay que ser ingenuos ni literalista en la lectura y comprensión del evangelio.
Sino, ¿como tomaríamos, por ejemplo, estos versículos de hoy?: “…estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.” (Mc 16, 17-18).
Más allá de algún don o carisma especial no parece ser la experiencia común del cristiano.

El texto que nos convoca – Mc 16, 15-20 – fue usado y abusado para justificar prácticas de la iglesia que hoy en día no podemos aceptar: la creencia de ser la única religión verdadera, el proselitismo, el sacramentalismo.
En realidad todo grupo “religioso” tiende a considerarse como el portador de la verdad absoluta: obviamente esto es un absurdo y deriva de la engañosa presunción de identificar “verdad” con “creencia”. Desde ahí al fanatismo el paso es breve. Y de las barbaridades que se pueden cometer, también.

La Verdad es inabarcable e indecible. No somos nosotros que poseemos la verdad: es la verdad que nos posee. Es el Misterio en el cual y desde el cual vivimos, respiramos, amamos. ¡Maravilloso!
Como bien dice María Zambrano: “Decir la verdad es imposible: o es nefanda o es inefable.

Solo cabe la humildad, la humildad de quien se sabe “humus”: tierra fértil y amada en su fragilidad y desprotección.
Solo cabe la humildad del caminante y peregrino que escucha el anhelo de infinito de su corazón y lo comparte.
Como dice el poeta: “¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela” (Antonio Machado).
Caminando y buscando con humildad nos daremos cuenta que en realidad es la misma Verdad que nos busca. Los místicos lo repiten constantemente: “Lo que buscas te está buscando” dice Rumi.

En un mundo nuevo la iglesia sigue aferrada muchas veces a una visión vieja y anacrónica de la realidad. El cristianismo sigue a menudo jadeando intentando salir de los pantanos de conceptos y paradigmas hace tiempo difuntos.
Cuesta dejar seguridades, control y poder. Cuesta sentarse a la mesa de la humanidad con apertura, escucha y disponibilidad.
Cuesta dejar la creencia de que la misión de la iglesia (más correcto sería decir: “de la jerarquía”) es custodiar el “depósito de la fe” y la doctrina. Vivir para cuidar un “depósito” – de cualquier tipo – tiene que ser bastante aburrido y sin duda es muy poco evangélico, cuando el evangelio nos deslumbra a cada página con la novedad de un Dios vivo y creativo.

Jesús y el evangelio no tenían de estas preocupaciones. Jesús y el evangelio estaban abiertos y disponibles al Dios de la Vida del aquí y el ahora.
Jesús y el evangelio se dejaron moldear por el Amor.
Esto es urgente y prioritario hoy. Por la iglesia y por el mundo.
Iglesia y mundo que van de la mano: es hora de salir de la dualidad estéril iglesia/mundo. La realidad es una en sus múltiples manifestaciones. Dios se revela y manifiesta en esta realidad una.
La iglesia es fermento de esa misma realidad, es también ella “mundo”: como levadura en la masa.
Dios está tremendamente y absolutamente presente en el mundo, revelándose en él, con él, más allá de él.
Esta es la perenne novedad del Amor que tendría que cuestionar nuestra lectura del evangelio.
Evangelio que queda ahí – firme – como maravilloso testimonio de la experiencia de Jesús y sus discípulos.
Evangelio como testimonio de la perenne juventud y novedad del cristianismo.
Ahora es el momento de renovar. Ahora es el momento para vivir las palabras del Apocalipsis que tanto se citan: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).
Como afirma Pagola:
El evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo”.




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