domingo, 18 de febrero de 2018

Marcos 1, 12-15




Con su estilo concreto y escueto Marcos nos resume en pocas frases el inicio de la vida pública de Jesús.
El protagonista del texto evangélico es el Espíritu.
En una hermosa y plástica imagen Marcos nos dice que el Espíritu “empuja” a Jesús al desierto. Y Jesús se deja empujar.

Hay una fuerza vital que nos anima, nos sostiene, nos conduce.
Descubrirla y dejarse animar por ella es lo único necesario: Jesús lo sabía y lo descubrió.
El término Espíritu proviene del latín “spiritus” y tiene directa relación con respirar, “spirare”.
El Espíritu es nuestro respiro y nuestro respirar. El Espíritu es Vida. No vivimos sin respirar y el respirar es puro don: ocurre solo. En sentido estricto no somos nosotros que respiramos, sino que somos respirados.
Descubrir el Espíritu entonces es conectar con nuestra más profunda identidad, conectar y conocer lo que somos: Vida, Don, Ser.
Jesús conecta con su más profunda identidad y esa misma Identidad – el Espíritu – lo conduce al desierto.
Desierto: lugar de soledad, silencio, intimidad, purificación.
Todas estas dimensiones tiene el desierto. La experiencia de desierto va purificando nuestra psique con todas sus heridas y sus miedos. Jesús sale del desierto como “hombre nuevo”, integro, purificado, pronto para la misión.
Sin desierto no hay intimidad, ni purificación, ni misión.
El Espíritu lo sabe y por eso nos empuja al desierto. La sabiduría consiste en dejarse llevar, dejarse empujar, dejarse hacer.

En el desierto Jesús se enfrenta a alimañas y ángeles, símbolos del bien y del mal que conviven en nuestra psique. Jesús los conoce y los domestica.
Se vuelve un ser humano totalmente integrado y armónico, y por eso los cristianos lo tomamos como ejemplo y modelo del ser humano realizado.

Conectar con el Espíritu es, entonces, fundamental.
¿Cómo hacerlo?

1) Por un lado hay que dejar las creencias y las opiniones.
Como nos recuerda la sabiduría zen: “si quieres encontrar la verdad, deja de tener opiniones”.
Las creencias y las opiniones nos esclavizan y nos limitan.
Creencias y opiniones surgen del pensamiento y el pensamiento es limitado, condicionado, frágil, pasajero.
Somos más que nuestro pensar y nuestro sentir. El ser humano es mucho más de lo que piensa y siente.
Dejar esta creencia es esencial para conectar con nuestra verdadera identidad.

¿Por qué cuesta tanto dejar creencias y opiniones?

Porque es un salto al vacío:
- es dejar las seguridades que hemos construido con tanto esfuerzo.
- es enfrentar nuestros más profundos miedos.

Un salto al vacío: en cuanto saltamos se nos abre el infinito espacio de la libertad y el infinito océano del amor.
En cuanto se salta no hay vuelta atrás.
Pero son todavía pocos los que saltan.
Jesús hoy nos anima a confiar. Saltamos adentro de Dios mismo, saltamos adentro del Amor. ¡No tengan miedo!
2) Dejando creencias y opiniones – saltando al vacío – se nos abren las alas y tenemos que aprender a volar, a vivir desde lo que somos y no desde lo que creíamos ser: abismal diferencia.
Es lo que los padres de la iglesia llamaban poéticamente “el lento acostumbrarse de la carne al Espíritu”.
Aprendemos a confiar. Aprendemos que no somos nosotros los que vivimos sino que la Vida nos vive.
Aprendemos a soltar y a dejar de resistir y luchar en contra de lo que es.
Aprendemos a ajustarnos y alinearnos a la Vida.
Alinearnos con la Vida – con lo que es y lo que somos – es la fuente de la Sabiduría.
Alineándonos y ajustándonos a la Vida nos descubrimos UNO con la Vida misma, nos descubrimos expresión de la única Vida.

Aprender a vivir desde el Espíritu entonces es aprender a confiar más en la intuición que en el pensamiento.
Aprender a vivir desde el Espíritu es vivir confiando.
Aprender a vivir desde el Espíritu es mirar la realidad desde el amor.
Aprender a vivir desde el Espíritu es vivir desde el silencio.
Aprender a vivir desde el Espíritu es crecer en conciencia y lucidez.
Aprender a vivir desde el Espíritu es vivir agradecidos y agradeciendo.







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